viernes, 8 de diciembre de 2017

Reivindicación de Méliès, pionero del cine fantástico

En este blog, donde siempre hemos privilegiado la ciencia-ficción y la fantasía en sus múltiples caras, nos hemos querido sumar al homenaje que desde Libros del innombrable, una editorial independiente que publica libros singulares, se ha hecho al considerado inventor, no del cinematógrafo, si no del cine como arte y espectáculo, y más en concreto, del cine fantástico: George Méliès.

Sus protagonistas son 13 autores —creo que lo han buscado, los zorros— repartidos por la geografía española, pero unidos por su pasión por la obra del creador francés que, desde diversas perspectivas y enfoques (la cinematografía propiamente, la literatura, el arte, la historia, la psicología y la filosofía) nos aproximan a la obra de “tal vez el primer cineasta y el primer garante del cinema d'auteur a quien David W. Griffith reconoció que se lo debía todo”, según Raúl Herrero. Y casi nos permiten acceder a ella, con una excelente combinación de erudición y creatividad.

Algunos de los temas e ideas, sugestivas en su mayor parte, que alientan este libro son los siguientes: los precedentes del cinematógrafo, desde esa cámara oscura que se remonta al Renacimiento hasta el kinetoscopio de Edison, y la influencia que un grupo de artistas amantes de los lúdico, los Incoherentes, ejercieron sobre Méliès, muchos años antes de que surgieran los dadaístas (Raúl Herrero); la relación entre el truco de magia y el efecto especial (Bruno Marcos); la capacidad ensoñadora y fantástica del director francés, que liga su imaginación a la del juego de la infancia y somete a la representación a su total voluntad (Alberto Ruiz de Samaniego); la fuente de inspiración que supuso su cine para los movimientos de vanguardia del nuevo siglo (Jesús F. Pascual Molina); el papel de la mujer en sus películas, oscilando entre la mujer celeste objeto inalcanzable de deseo y la terrestre, parodia de sí misma y testigo de la historia (Silvia Rins), y el del mito de Fausto o el diablo, que tantas veces encarnó en la pantalla en los que pueden ser considerados los primeros filmes de terror (Iván Humanes); su concepción del cine como ilusión y la influencia que ejerció en directores posteriores como Buster Keaton, Buñuel, Wells, Hitchcok, Bergman, Fellini, hasta Woody Allen (Alfredo Moreno); su periodo de penurias económicas y decadencia del que fue rescatado a partir de 1925 con diversos reconocimientos y homenajes de las nuevas generaciones, y que fue recreado por el film de Scorsese La invención de Hugo, que sin ser un biopic, sí que es un canto de amor a la magia del cine (Tomás Fernández Valentí); su osadía como creador excesivo, que culmina las posibilidades el cine como arte del engaño, prediciendo la crisis del arte representativo que llega hasta la actualidad. Hay también un interludio central de ficción donde podemos hallar dos ballets poéticos acerca de la luna de Méliès a cargo de Aldo Alcota y Carlos Barbarito, una escena de teatro (Laia López Manrique) y un guión cinematográfico (Antonio Fernández Molina), dignos del director francés.

Valiosos detalles, anécdotas y revelaciones de la vida y la obra de Méliès desfilan ante nuestros ojos. Pero también se dibuja en el horizonte una época que inició una revolución social, artística y filosófica, que aún no ha finalizado y de la cual somos hijos y herederos. Como afirma Silvia Rins: “Su obra recoge con añoranza el legado de la cultura del pasado y con ironía las promesas tecnológicas del futuro. Nos sitúa en esa encrucijada histórica donde la ilustre magia empieza a ser sustituida por la todopoderosa energía en el inconsciente colectivo de la humanidad, con la presentación en sociedad del Hada Electricidad en la Exposición Universal de 1900; donde las rígidas clases sociales empiezan a difuminar sus límites en un mundo nuevo que inicia su proceso de globalización”. Y según Diego Civilotti: “el legado de Méliès toca el corazón del arte moderno, porque el cineasta francés supo entender —o quizás más valioso, intuir accidentalmente— que ese era el callejón sombrío en el que se encontraba el teatro, la literatura, la fotografía y las “imágenes en movimiento”.

Vale la pena mirar al pasado, ver de dónde viene todo, descubrir lo que era el cine un siglo antes de nuestra existencia, para valorar si hemos caminado rápido o despacio, asombrarnos ante la loca idea de que ni Nolan ni Fincher inventaron esto del séptimo arte y ver hacia dónde nos pueden llevar las innovaciones tecnológicas de la era audiovisual. ¡Incrédulos!, aquí os dejo unas muestras del arte excesivo, naïf y deconstructivo del maestro George Méliès:




Y su última, y más ambiciosa, obra:

1 comentario:

  1. !Todo un descubrimiento! Cómo ha evolucionado el cine, pero desde el principio todas sus posibilidades estaban ya allí, en los pioneros. Y Méliès fue uno de los grandes.

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